Responsabilidad afectiva, la nueva apuesta para crear relaciones más sanas.

Es probable que hayas escuchado hablar del término de responsabilidad afectiva en redes sociales y podcast, al parecer el termino se puso de moda, ser una persona que la ejerce, aunque ¿en realidad, sabemos cómo ser una persona con responsabilidad afectiva?

 

Empecemos definiendo “responsabilidad afectiva”, es la manera cómo nos vinculamos y gestionamos nuestras relaciones a través del respeto y la comunicación. Es importante enfatizar que la responsabilidad afectiva no se limita a las relaciones de pareja romántica, sino que aplica en todas nuestras relaciones, ya sea en la familia, las amistades o la pareja, sin importar el tiempo que llevemos de conocerla.

Debemos entender que estar en una relación va más allá de uno mismo ya que hay otra persona a la que le afecta lo que podamos decir o hacer, por eso hay que actuar con cautela y empatía. Esto no quiere decir que no vamos a expresar lo que sentimos o queremos, sino que la responsabilidad afectiva buscará que sea de una forma que no cause un dolor innecesario. 

 

El actuar con responsabilidad afectiva a veces se malinterpreta con el no cometer errores, pero esto es algo normal, todas las personas nos equivocamos y seguimos aprendiendo a relacionarnos. Si somos responsables afectivamente podremos reconocer nuestros errores, asumir la responsabilidad de nuestros actos, poder pedir perdón si esa acción dañó a alguien, y entender que no porque para ti es una situación que no te molesta o te hace sentir mal, significa que a la otra persona tampoco, recuerda que cada persona tiene vivencias distintas y que ninguna experiencia es menos válida que otra, sino que cada quien piensa y siente diferente y por ello la importancia de comunicarlo.

 

Para poder entendernos mejor es fundamental expresar nuestras emociones, lo que nos gusta, o no, y lo que nos molesta de forma clara y honesta, si no nos comunicamos, no podrán entendernos ni conocernos, no podemos esperar que la otra persona adivine lo que sentimos o queremos. También debemos practicar nuestra escucha y permitir que la otra persona exprese sus ideas y emociones, tener la apertura de prestar atención al mensaje que quiere darnos, y no sólo escuchar para responder. De igual manera no debemos pensar o sentir por la otra persona, es decir, no suponer lo que está pensando o sintiendo porque podemos tener una idea equivocada, además de que estaremos anteponiendo lo que creemos a lo que la otra persona nos intenta comunicar.  

 

El ser personas responsablemente afectivas permite crear relaciones sanas y realistas, dejando en claro lo que ambas partes quieren dentro de la relación ya sea de pareja o amistad, lo que abrirá la conversación para poner límites claros y no crear expectativas que no se van a cumplir. Un buen ejercicio al empezar cualquier relación es sentarse a hablar lo que cada quien quiere y puede ofrecer y con base en ello decidir si eso es lo que queremos y nos hace sentir incomodidad en este momento.

 

Si bien, la responsabilidad afectiva no es algo con lo que estemos tan familiarizados, se puede poner en práctica, es un constante aprendizaje que va mejorando la forma en la que nos relacionamos a través del tiempo y las experiencias, y que tiene como ejes centrales la comunicación y la empatía. Al vincularnos con los demás, debemos ser conscientes que nuestras acciones tienen una consecuencia positiva o negativa, por lo que sería bueno fomentar el cuidado mutuo dentro de la relación y hacerse cargo de las propias emociones.

 

REFERENCIAS:

Martínez, M. (2002). Que sea amor del bueno: Por qué la responsabilidad afectiva es clave en tus relaciones. Madrid: Zenith.