Entrar a la paternidad es un proceso que implica movimientos fuertes para nuestra psique, se ponen en juego muchas cosas, desde aspectos prácticos como el reorganizar la vida, tiempos, actividades, preocuparnos y ocuparnos de la familia, entre otros. Por lo general se piensa que la madre es la que tiene más cambios, pero eso no implica que los que vive un padre sean menores.
Primero comenzaré con algo que es necesario marcar y esto no es un tema de sólo los padres, sino que también de la pareja con la que se ha formado una familia. El iniciar una vida con hijos implica poner en tensión mi propia historia y de mi pareja para poder criar a una persona. Esto es complejo porque es poner en contraste lo que me enseñaron y lo que le enseñaron a mi pareja, de cómo se hacen, se piensan y deben ser las cosas, modos de crianzas, tonos para dirigirse al niño o niña, inclusive, los roles que debe ocupar cada padre o madre, variando según las situaciones.
Ser padre es algo que se va construyendo a lo largo de toda la vida y hay que pensarlo como un lugar que pueda ser moldeable, dando espacio al crecimiento personal, en la relación con la pareja y con las y los hijos, ya que la relación va a ir mutando y evolucionando con el paso del tiempo. No es lo mismo ser padre de un bebé, que de un adolescente o de un adulto, y yo no seré el mismo a los veinte, ni a los treinta, ni cuarenta, etc. Estos cambios a veces son difíciles por lo que implica comenzar a organizarse y llegar a acuerdos con las otras personas de la familia. Por eso la importancia de ser flexible con uno mismo y los demás.
Uno de los temas que no se suele hablar del ser padre, y de los más comunes, es que los roles de género comienzan a pesar de una forma distinta e importante, el sentirse que “hay que responder” o “tener que cumplir” con ideas como: ser el “sostén económico”, o es el que da los permisos, el que no debe desesperarse con los problemas de casa, entre otras, hace que muchas veces la paternidad no se pueda disfrutar del todo, por el “tener” o “deber” que cumplir con ciertas expectativas sociales, siendo muchas veces un peso difícil de llevar, en especial si se pasa por algún tipo de crisis, ya sea económica, familiar o de otro índole, ya que supone que el ser padre significa, de alguna forma, ser un pilar.
Muchos padres que se han movido de estos lugares “típicos” o esperados, a veces sufren del cómo son mirados por sus pares o sus familias por no responder a estas expectativas o ideas de cómo ser “un padre de familia”.
El ser padre o madre implica volver a elaborar su propia infancia y relación con los propios padres, esto es de suma importancia, porque de aquí nacen las formas en que podríamos ejercer la paternidad y caer en repeticiones de patrones de conducta, de ciertas actitudes y/o de formas de enseñanza que tuvieron nuestros padres y que no nos gustaban como hijos. Poder pensar y reflexionar de nuestra propia vida como hijos y de nuestros padres nos permite construir una paternidad distinta, una con la que me pueda sentir cómodo, honesto con la familia y conmigo mismo. A veces, esto puede ser difícil y es necesario poder darnos estos espacios de reflexión, cuando esto no es soportable o se nos escapa de las manos es necesario buscar ayuda psicológica para poder ahondar en esto y trabajarlo, el psicólogo chileno Sebastián León, en uno de sus libros dice: “La psicoterapia como regalo a los hijos – El mejor regalo que puedes hacerle a tus hijos, futuros o actuales, es resolver y reparar tus propios conflictos y traumas infantiles. Así evitarás repetir con ellos lo más sombrío de tu propia historia” (2015, p. 164).
Hoy en día, al poder cuestionarnos la masculinidad también nos da la posibilidad de cuestionarnos las ideas de cómo ser un padre y poder comenzar a construir una paternidad respetuosa con las y los hijos y con uno mismo.
Bibliografía:
León Sebastián. (2015). Diario clínico: Cuadernos de un psicoterapeuta. Santiago de Chile: Ril editores.