La pérdida o el cambio está presente en todas partes, no sólo a partir de la muerte sino en cualquier situación que implique un final; puede ser por la conclusión de un proyecto, por un ciclo de nuestra vida que se acaba, por ejemplo, la niñez o la juventud, una separación afectiva, la frustración de un sueño, la renuncia de un trabajo o incluso una decepción amorosa. Por lo tanto, podría pensarse que la pérdida es parte de la vida y que no tenemos que elaborar un proceso de duelo por cada una de ellas, porque justamente los objetos se recuperan, se reemplazan como el bolso, el celular o el dinero, sin embargo, hay pérdidas simbólicas que merecen elaborar un duelo por el nivel de importancia que tienen para cada persona.
El proceso de duelo tiene determinados momentos o etapas, como son: la negación, ira, negociación, depresión y aceptación; lo cierto es que no hay una forma organizada de vivirlo y no necesariamente pasamos por todas las etapas. El duelo no comienza con la negación, comienza con la pérdida, con la separación abrupta de lo que amábamos, parte de lo más doloroso de este proceso es hacer acuse de recibo de que realmente la pérdida existe y no tiene reversibilidad.
No importa sí tenemos una idea más o menos racionalizada de la muerte o la pérdida, tampoco importa si sabíamos que ‘nada dura para siempre’, si tuvimos o no la oportunidad de despedirnos; cuando ocurre una pérdida, hay un derrumbe, pareciera que todo se desorganiza por un tiempo y es difícil encontrarle sentido a lo que antes era una rutina bien establecida.
Puede ser que los primeros meses y días tras la pérdida, el dolor sea tan agudo que pensemos que no lo podremos superar, sin embargo, es la forma en la que atravesamos el dolor que poco a poco se le va dando un nuevo significado, los proyectos regresan, seguimos adelante con esfuerzo, nos encargamos de nuestras responsabilidades, la música vuelve a sonar, aunque tal vez, cierta parte del dolor se quede intermitentemente.
Frecuentemente nos preguntamos sobre cuánto es lo ‘normal’ que dure un proceso de duelo, posiblemente nos preocupamos por el tiempo que ha pasado desde nuestra pérdida y sobre cuando terminarán nuestros sentimientos de tristeza, desesperanza o las pocas o nulas ganas de retomar las cosas que antes nos hacían disfrutar la vida. Nos preguntamos quizá, si el dolor algún día se irá definitivamente o si más bien, nos tendremos que acostumbrar a vivir con él.
Es importante mencionar que, no existe un tiempo determinado para elaborar un duelo, podríamos coincidir en que el primer año es crucial para este proceso, porque es cuando vivimos, por ejemplo, el primer cumpleaños sin la persona que ya no está, o las primeras vacaciones sin ella, el primer aniversario, o incluso, la primera vez que colocamos su foto en la ofrenda, dependerá de nuestras costumbres o sistema de valores y creencias. Es en este primer año, en donde como si fuera una vuelta, pasamos por primera vez todas las situaciones que viviremos sin esa persona por los próximos años de nuestra vida, por eso es tan complejo y será normal que determinadas fechas hagan que los sentimientos y emociones se reactiven de forma intensa. La recomendación es hacerles un lugar, los rituales tienen un poder importante porque nos permiten simbolizar la pérdida, entonces, en lugar de evadir, por ejemplo, el aniversario luctuoso, tal vez sea más llevadero hacerle un espacio en el que se pueda hablar de ello o evocar recuerdos conscientemente, en esto la comunidad ayuda mucho, necesitamos atravesar esta etapa con otras personas que nos sean significativas.
El duelo duele porque se trata de una transformación personal, de pensar nuestra vida sin la otra persona, nos cuestiona no sólo lo que somos ahora con su ausencia, sino lo que pudo haber sido y ya no será más. Pero al mismo tiempo, este reacomodo nos permite cambiar nuestra forma de amar. Después del duelo no podremos decir que seguimos siendo la misma persona de antes, porque al perder nos reencontramos no con lo pérdido, sino a una y uno/a mismo a profundidad, reconociéndonos como personas diferentes. El duelo no es el proceso en el que se deja de amar a alguien, no se trata de parar de recordar a la persona que se fue, es más bien para poder acomodarnos a una nueva realidad, pero no dejándole de amar, porque, de hecho, el amor es el hilo con el que se teje un duelo.
Recuerda que el proceso de duelo nos sirve para poder estar disponibles emocionalmente a continuar con nuestro camino, su función es la de ajustarnos a aprender a vivir de nuevo, acomodando la ausencia dentro de nuestra propia vida. Perder a una persona amada no es el fin de lo que sentimos por ella, sino que muchas veces se convierte en una oportunidad para transformar su existencia en la nuestra. Como dice Eduardo Galeano, “estamos hechos de historias”, esa persona se queda ahí, en tu historia, poco a poco te recuperarás y podrás vivir más historias.
Recomendamos:
- Manual sobre duelo UNICEF: https://www.unicef.org/elsalvador/media/3191/file/Manual%20sobre%20Duelo.pdf
- Libro: La Ridícula idea de no volverte a ver; Rosa Montero, Edit. Booket.